Consideraciones culturales al diseñar etiquetas de ropa para mercados internacionales 

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Cuando pensamos en una etiqueta de ropa solemos imaginar un detalle técnico: composición, talla, instrucciones de lavado… Pero en realidad es mucho más. La etiqueta es la primera conversación entre tu marca y la persona que compra la prenda. Si está mal traducida, usa un color desafortunado o no cumple con las normas locales, puede transmitir desconfianza o incluso originar sanciones.

1. Idioma y traducción: no es lo mismo traducir que hablar el idioma del cliente

El idioma de la etiqueta no es un simple requisito legal: es una forma de demostrar que respetas al consumidor. Una prenda con información solo en inglés en México o en China puede parecer foránea, descuidada o poco confiable. Además, en muchos países la ley obliga a usar la lengua oficial.

Por ejemplo, en Canadá siempre deben aparecer inglés y francés, en México, la etiqueta tiene que estar en español, y en China y Japón, el texto debe estar en los idiomas locales. 

2. Fibra y composición: cada país con sus propios nombres

El listado de fibras textiles no es universal. Lo que en España llamamos “elastano”, en Estados Unidos será “spandex” y en China aparecerá como 氨纶. Usar el término equivocado puede considerarse incorrecto legalmente o incluso engañoso para el consumidor. La etiqueta es también una declaración de transparencia: nombrar bien las fibras transmite seriedad.

Por ejemplo, la UE tiene una lista de denominaciones válidas, en EE. UU., la FTC regula qué términos usar, y en China, hay requisitos muy específicos sobre porcentajes y denominaciones.

3. Símbolos de cuidado: un lenguaje global con dialectos locales

Los pictogramas de lavado, planchado o secado parecen universales, pero en realidad están protegidos y sujetos a licencias en muchos mercados. Además, algunos países exigen combinarlos con texto en su idioma para evitar confusión.

La norma ISO 3758 establece el sistema internacional, GINETEX gestiona su licencia en numerosos países, y en China y Japón, aunque los símbolos se aceptan, se pide también claridad textual.

4. Escritura y maquetación: cuando el texto no fluye igual en todas direcciones

En Occidente leemos de izquierda a derecha, pero no es así en todos los mercados. Una etiqueta mal adaptada puede resultar incómoda o incluso ilegible. Por ejemplo, en Medio Oriente, el árabe y el hebreo se escriben de derecha a izquierda. En China y Japón, aunque hoy predomina la escritura horizontal, también existe la escritura vertical. Diseñar etiquetas pensando en estas diferencias asegura que el consumidor pueda leerlas con naturalidad.

5. Colores: el mismo tono, distintos significados

Los colores transmiten emociones y valores, pero no siempre los mismos en cada cultura. 

Por ejemplo, una etiqueta blanca puede sugerir pureza en Europa, pero asociarse al luto en ciertos países de Asia; el rojo es suerte y prosperidad en China, pero peligro en otros contextos; el negro es elegancia en Occidente, pero se asocia a la mala suerte en China; y el amarillo/oro que en Occidente se relaciona con la alegría o el lujo; en India, tiene se asocia con lo sagrado, por lo que hay que tratarlo con más sensibilidad. 

Elegir colores sin tener en cuenta estas asociaciones puede arruinar cuaqluier buena estrategia de branding.

6. Números: supersticiones que no conviene ignorar

Los números también comunican, aunque sea de forma inconsciente. Incorporarlos en un modelo o en la numeración de tallas puede tener consecuencias inesperadas.

Por ejemplo, en China, Japón y Corea, el número 4 suena igual que “muerte”. En Occidente, el 13 aún genera rechazo en algunas culturas. Y en la India, el 8 tiene connotaciones negativas.

7. Tallas y medidas: un laberinto de sistemas

Uno de los mayores dolores de cabeza en moda internacional es la talla. Lo que para una clienta en Madrid es una 38, en Nueva York será un 8, y en Shanghái se expresa con un número y medidas en centímetros. La UE utiliza centímetros con la norma EN 13402. EE. UU. prefiere pulgadas. En Japón, se usan números locales junto a medidas en cm. En China, combinan cm con letras y números (ejemplo: 170/92A). Y así para casi cada mercado… Incluir siempre medidas en centímetros es la forma más segura de evitar confusiones con las tallas.

8. Seguridad infantil: un tema que nunca se debe descuidar

La ropa para niños tiene normativas específicas, sobre todo en lo que respecta a cordones, botones o accesorios que puedan ser peligrosos. Una marca que no cumple estas normas arriesga más que multas: arriesga su reputación.

Por ejemplo, en la UE, la norma EN 14682 regula cordones y cordajes. En EE. UU., la CPSC prohíbe cordones en capuchas infantiles. En China, la GB 31701 establece estrictos requisitos de seguridad.

9. Ecoetiquetas: sostenibilidad que se entiende en cada mercado

Cada vez más consumidores buscan prendas responsables. Pero no todos reconocen los mismos sellos. Mostrar un logo que el público no identifica puede restar valor en lugar de sumarlo.

En la UE, destaca la Ecolabel y pronto los pasaportes digitales de producto, en Japón, existe el sello Eco Mark, en China, la etiqueta ambiental oficial es la China Environmental Labelling, y en la India, existe el sistema Ecomark.

10. Diseño con sensibilidad cultural: más allá de cumplir, conectar

El diseño de la etiqueta puede ser un detalle estético, pero también un guiño cultural que refuerce la conexión con el cliente.

Según el país, pequeños detalles en rojo o dorado pueden transmitir prosperidad, mientras que en otros se valora la sobriedad y el minimalismo. Por ejemplo, en la India, los colores vivos se asocian a celebración y energía, mientras que en los países árabes, una tipografía clara en árabe muestra respeto y profesionalidad. Pensar en estos matices convierte una etiqueta de “mero requisito” en un vehículo de branding.

En resumen, las etiquetas de ropa no son solo un soporte técnico: son un puente cultural y legal entre la marca y el consumidor. Adaptarlas con sensibilidad nos evitará sanciones, reduce devoluciones y, sobre todo, construye confianza.

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